Es una cuestión cíclica y con una sucesión de hechos que suele ser parecida siempre. Ocurre algo –casi siempre negativo– que pone el binomio móviles-jóvenes en el disparadero. Salta al debate público. Se empieza a hablar de prohibición. Puede que alguna institución (comunidad autónoma) la implemente. El tema se enfría y se deja de hablar de él. Hasta que vuelve a pasar algo –negativo, claro– y la rueda gira de nuevo.