Pilar Alegría se hizo cargo en julio de la cartera de Educación, un ministerio que tiene por delante un calendario intenso: el desarrollo de la ley educativa, la aprobación de la ley de Formación Profesional, y la elaboración de la ley de enseñanzas artísticas. Nacida en Zaragoza hace 43 años, Alegría estudió Magisterio, aunque no ejerció de docente; ha sido consejera de Universidad del Gobierno de Aragón y diputada socialista en el Congreso, entre otros cargos. Su llegada al ministerio en sustitución de Isabel Celaá, que sacó adelante la ley de Educación y se convirtió en blanco de las críticas de la derecha, ha supuesto un cambio de tono, coinciden diversas fuentes. Alegría no tiene previsto dar un giro a la política educativa, asegura, pero insiste en tender la mano a las comunidades autónomas –que tienen transferidas gran parte de las competencias de enseñanza–, a la oposición y a los grandes actores de la comunidad educativa, incluida la escuela concertada. Conseguir un gran pacto educativo parece inviable en el contexto político actual, admite Alegría, que sí ve posible, en cambio, avanzar hacia el consenso alcanzando pequeños acuerdos.