La escuela del siglo XXI no debería tener como pilar fundamental la excelencia, sino el desarrollo global de su alumnado. La sociedad actual es cambiante y no solo demanda conocimiento, sino también poseer destrezas y competencias más allá del saber. La necesidad de adaptarse es rápida y constante. Hay que prepararse para conseguir habilidades como la anticipación, la flexibilidad, el pensamiento crítico o el trabajo en equipo, tan fundamentales en el mercado laboral de hoy en día.
En este sentido, una de las capacidades más importantes a conseguir en un aula ya la definieron perfectamente los profesores Eladio Manuel García Pérez y Ángela Magaz Lago, en 1998: la adaptación humana. Esto, en sus propias palabras, “consiste en un doble proceso: ajuste de la conducta del individuo a sus propios deseos, gustos, preferencias y necesidades y ajuste de tal conducta a las circunstancias del entorno en que vive”.